martes, 24 de mayo de 2011

Todavía no está oscuro, Bob

Escribo esto mientras contemplo un cuadro que está colgado a mi derecha, en mi sala. Es un dibujo de Zep, el reconocido creador de comics suizo. La obra muestra a Bob Dylan sentado sobre una bandera de Estados Unidos en una pose vallejiana, con la armónica colgándole del cuello y caracterizado como cuando, en 1975, subía a los escenarios comandando a la descomunal Rolling Thunder Revue. A espaldas del músico, un extracto de la letra de Not Dark Yet completa la escena.


Nací aquí y moriré aquí contra mi voluntad. Sé que parece que me estoy moviendo, pero estoy parado. Eso dice parte del tema Not Dark Yet, una canción que tiene ya 14 años y que en ese entonces, 1997, parecía el réquiem de una carrera inigualable que se venía abajo. Sin embargo, el tema terminó convirtiéndose en un nuevo disparo de partida para Dylan, que trajo consigo joyas contemporáneas tan importantes como Love And Theft y Modern Times, más premios, fama, reconocimientos, nuevos fanáticos, etc. Los medios lo reafirmaron como el más grande compositor de todos los tiempos. Así es Bob Dylan, ambivalente, impredecible, el más oscuro y el más luminoso al mismo tiempo. Parece hablar en serio pero siempre está tomándote el pelo. Siempre es una interrogante y por eso te seduce. Por eso estás a su merced. Con él, como dice su canción más famosa, la respuesta siempre está soplando en el viento.

El dibujo de Zep me lo regaló mi hermano del alma Bruno Rivas. Con él comparto la fiebre por Dylan desde el 2008, cuando me enteré del próximo show de Bob en Buenos Aires. Bruno, que en ese momento no había escuchado mucho de su obra, decidió acompañarme al concierto y quedó afiebrado para siempre. Por supuesto, haber visto a Dylan en vivo es un sueño cumplido que espero volver a repetir pronto. Fue uno de los momentos cardinales de mi vida y no lo olvidaré jamás.

Tampoco, aunque me roben los 67 discos que tengo de él o me pierda fuera de la civilización, olvidaré lo que muchas de las canciones y álbumes de este señor significan para mí. Las tres horas previas a la escritura de esto me dediqué a seleccionar los temas que más me gustan de Dylan y fue una tarea muy jodida. Para no hacer muy largo este post tuve que elegir diez de una preselección de 43. Y bueno, este es mi top 10 muy personal y autobiográfico.

10. I Shall Be Released

Una genialidad casi góspel que Dylan compuso en ese periodo fantástico que pasó en su casa de Woodstock junto con los músicos que luego formarían The Band. Hace un par de años la tocamos con Bruno Sánchez, Pochi Marambio y Santiago Pillado en un recital en honor al director de mi colegio, Constantino Carvallo. La cosa no salió muy bien pero me sentí genial tocándola para Constantino, que en vida admiró tanto a Dylan como yo lo admiré a él.

9. A Hard Rain’s A-Gonna Fall

Bob viajó de Minnesota a New York en 1961 para hacer fortuna y un año después compuso este himno antibélico (escrito tras la amenaza nuclear del líder soviético Nikita Kruschev en una Remington prestada), entre otras canciones universales. Zimmerman empezó a componer canciones porque sabía que no había otra forma de llegar a la cima. Los días de copiar con exactitud a Woody Guthrie, de robar discos y comida y dormir en sofás debían terminar. Coló en su mente la vorágine neoyorquina y desarrolló una sensibilidad sorprendente para un chico de 21 años. De pronto, parecía haber sido tocado por dios y utilizó esta epifanía a su favor. ¿Cantante de protesta? Nunca participó en marcha alguna. No hacía falta.

8. Ballad of a Thin Man

Videos tu.tvDe las primeras canciones de Bob que me impresionaron. El perro andaluz de Dylan. El grandioso piano acompaña el tema más surrealista de Bob (aunque dadaísta parece ser un término más adecuado). En realidad es una broma. La grandilocuencia de la ejecución contrasta con cada uno de los Do you, Mister Jones? Acaso un guiño a su obsesión de aquella época: el rolling stone Brian Jones, quien para Dylan era un personaje fascinante y despreciable al mismo tiempo. Bob aprendió las mañas de rockstar de Jones e Incluso le llegó a dedicarle públicamente Like a Rolling Stone.

7. Tonight I’ll Be Staying Here With You
Dylan también ha sido mi cómplice. Esta y otras canciones me ayudaron a enamorar a Mali, con la que, justo hoy, he cumplido dos años y cuatro meses juntos. Bob también es un autor de canciones de amor que sabe plasmar en sus temas escenas simples que conmueven con una fuerte carga simbólica. Un viajero conoce a una mujer y decide perder el tren para quedarse con ella esa noche. If there’s a poor boy on the Street, then let him have my seat, ’cause tonight I’ll be staying here with you. Tiene bajo la manga el gancho pop y la pluma que conquista. Gracias por eso.

6. Blowin’ in the Wind

Nunca me gusto Blowin’ in the Wind. Probablemente la asociaba a su versión de iglesia Saber que vendrás. En realidad no me gustaban ninguna de sus versiones, hasta que el 15 de marzo del 2008 la escuché en vivo interpretada por el propio Bob y su banda. Lloré en la gloria absoluta. Era el blues más emocionante. La prueba de la más importante convicción musical de Dylan: las canciones no son estáticas, se transforman en el tiempo. Para él cada disco, cada concierto, es la fotografía de un momento. Las canciones no son estáticas ni se limitan a una grabación, son como nosotros: se desplazan. Por eso cada concierto del genio es una experiencia distinta, única e irrepetible. Jamás escucharás de su voz una versión idéntica a la otra. El gurú del fraseo nunca canta ni toca igual nada.

5. Like a Rolling Stone

Para muchos es la mejor canción de la historia del rock and roll. Simplemente cambió todo y cada vez que escucho ese tarolazo inicial, mi mente se prepara para vivir los seis minutos más intensos. Es el rocanrol a la máxima potencia: ira, sorna, crítica social y un coro que es un puñal. Hace unos meses me bajé la sesión completa de grabación de la canción y es alucinante cómo, tras varios intentos, la toma que quedó aparece de la nada, perfecta, entre un grupo de músicos que no sabían hacia dónde se dirigían. En Quilca encontré una versión inglesa mono delHighway 61 Revisited (el álbum que incluye Like a Rolling Stone) que, cada vez que la aguja empieza a recorrer sus surcos, suena a gloria. Yo la tengo y tú no. How Does it feel?

4. I´ll Be Your Baby Tonight
Uno de mis discos favoritos de Dylan es John Wesley Harding, el álbum que marcó el segundo gran cambio de Dylan. Era la época en la que el Sgt. Pepper’s estremecía al mundo pop y a Bob le pareció un disco muy indulgente. “No creo que toda esa producción fuese necesaria”, dijo. A modo de respuesta al disco de los Beatles, viajó a Nashville y con Kenny Buttrey en la batería, Charlie McCoy en el bajo y Pete Drake en la guitarra Steel, grabó un disco básicamente acústico, latente y oscuro. Otra joya inigualable que finaliza con I’ll Be Your Baby Tonight, la canción de Dylan que más he cantado con mi guitarra.

3. Just Like a Woman

Blonde on Blonde, el vinilo doble que Bob sacó en 1966, es mi disco favorito de todos los tiempos. Tiene todo: blues, rocanrol, baladas como esta que Dylan escribió aparénteme inspirado en su amiga del Chelsea hotel, la actriz, socialité y musa de Andy Warhol, Edie Sedgwick (de quien también hablaría en Like a Rolling Stone). Fue el primer tema de Bob que me cautivó y la coloqué en más de una cinta de esas que se regalan a las chicas. Para mí, Just Like a Woman es una canción perfecta sobre las relaciones amorosas. El hombre trata de tomarse las cosas a la ligera y con cierta ironía. Incluso es medio faltoso y duro pero sucumbe sin misericordia, admirado, ante la mujer.

2. Tangled Up in Blue

Tangled Up in Blue, como todas las canciones que componen el álbum Blood on the Tracks, es una especie de pintura que muestra diversos ángulos de un relato: la historia de los encuentros y separaciones de dos amantes y los pensamientos del narrador se desarrollan de forma simultánea en esta road movie hecha canción. Entre las frases que componen la mejor letra escrita por Dylan (probablemente), se esconde el rompimiento con su esposa, Sara, la mujer de su vida. Tangled me acompañó en momentos difíciles pero entrañables de la adolescencia. Esa época que, a veces, parece que no terminara nunca. Tal vez sea como dice el final del tema: we always did feel the same, we just saw it from a different point of view.

1. Don’t Think Twice, It’s All Right


Don’t Think Twice no solo es la canción que más me gusta de Bob (le tengo adicción, la puedo escuchar diez veces seguidas), sino que es su tema más representativo. Es el ejemplo perfecto de la ambigüedad de lenguaje y mensaje que Dylan coloca en sus letras. Esa es la razón por la que son memorables. ¿Está resentido, ansioso o ve la ruptura por encima de la situación? Las sensaciones contradictorias de un amante frustrado nunca fueron mejor dibujadas en una canción. Además, sin duda es uno de sus momentos más inspirados e inspiradores como guitarrista (el arpegio es genial). Don’t Think Twice también prueba su aguda inteligencia. Con esta canción Dylan dio un paso adelante y entendió que también podía hacer temas sobre relaciones sentimentales, no solo canciones de protesta. Más pronto que tarde, esto lo llevaría a convertirse de una estrella del folk a una del pop, lo que Bob quería a toda costa. El tema habla de su pronta ruptura con su novia de cuando llegó a New York, Suze Rotolo (quien aparece en la portada de The Freewheelin' Bob Dylan agarrada del brazo del cantante). Poco tiempo después Rotolo no aguantó frases como you could have done better but I don’t mind, you just kinda wasted my precious time, but don’t think twice, it’s all right; y terminó con Dylan. Él se fue de gira con su nueva amante, Joan Baez, a la que utilizaría poco después como un nuevo trampolín al estrellato.

Se quedaron fuera del top 10 algunas de mis favoritas como The Man in Me, Obviously 5 Believers (la que he puesto decenas de veces cuando me levanto para comenzar el día con energía), Simple Twist of Fate, Oh sister (de uno de mis discos más queridos, Desire), Love Sick, You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go, Positively 4th Street, Sad Eyed Lady Of Lowlands, One Too Many Mornings, Girl Form The North Country y la propia Not Dark Yet.

Y bueno, todo esto es porque (como algunos de ustedes sabrán) hoy Bob cumple 70 años, un aniversario que lo encuentra en medio de su Never Ending Tour (gira que viene realizando sin parar desde 1988), y comunicándose con sus fanáticos luego de una polémica actuación en China. Tras siete décadas de vida, Robert Allen Zimmerman, nacido en la pequeña ciudad de Duluth, Minessota, el 24 de mayo de 1941 a las 9:05 p.m., pasó de mendigo y ladrón a rey, tirano, artista, dios. Encontró el grial, lo perdió y volvió a recuperarlo varias veces. Tuvo y sigue teniendo una sensibilidad inigualable, una pluma bendecida y un conocimiento musical mágico, prehistórico y moderno al mismo tiempo. Es el más grande genio musical de nuestros tiempos.

A sus 70 años, el camino de Dylan todavía no está oscuro. Feliz cumpleaños, maestro.
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viernes, 20 de mayo de 2011

Cinco canciones para que el fin del mundo te coja contento

Escribo esto a pocos minutos de que se acabe el mundo desde la computadora de mi depa. Son las 11:14 p.m. Tengo que apurarme. Según el predicador evangélico Harold Camping, el 21 de mayo de este año (o sea en 45 minutos porque ya son las 11:16), “un terremoto sacudirá la Tierra, llevándose a los verdaderos creyentes al paraíso y dejando que los demás sean engullidos por la destrucción del mundo”. Es decir, ya fui.

Si lo que dice este Nostradamus de 89 años es cierto, pasaré los últimos minutos de mi vida solo. Mi novia está en su casa estudiando porque mañana tiene un examen a las 10 de la mañana. Yo le he dicho que es por la huevas, pero no me hace caso.
¿Y por qué estoy acá sentado tecleando en lugar de irme a la calle a disfrutar de los últimos 36 minutos de mi vida? (Me demoré mucho en el párrafo anterior). Bueno pes. Hace media hora me di cuenta de que si no escribo algo antes de que se acabe el mundo quedará registrado en los anales de la historia que este nuevo blog apenas tuvo un solo post, así que para no tragarme la vergüenza (y como dos siempre es más que uno), decidí pasar estos instantes finales escribiendo y (qué mejor) sobre música.
Estas son las cinco canciones sobre (o que simplemente mencionan) el fin del mundo, que me parecen geniales y que, rapidito nomás, he podido recordar en estos pocos minutos que me quedan:


Elvis Costello - Waiting for the End of the World
Skeeter Davis - The End Of The World
R.E.M. – It's The End Of The World
Tom Waits - Earth Died Screaming
Rubén Blades – La canción del final del mundo
Bonus track:
Paul McCartney - The End of the End
Son las 00:01 del 21 de mayo y no pasó nada. Bueno, sí pasó: escribí mi segundo post y, como dice Michael Stipe líneas arriba, “me siento bien”.
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viernes, 13 de mayo de 2011

REC+PLAY

(Se escucha un leve zumbido, muy bajo. Atrás algo que se fríe en la cocina, la televisión prendida. Más atrás el sonido del mar)

Esta es una grabación. Recuerdo que la primera que hice fue en la Ciudad de Papel, en San Miguel. Tenía poco más de dos años y mi voz viajó hacia una pequeña abertura (el micrófono) en la radio-casete. Las teclas Rec y Play estaban presionadas. Dentro del aparato mis delgadas ondas sonoras se transformaron en señales eléctricas y llegaron hasta el cabezal del artefacto. Luego fluyeron a través de los núcleos de un electroimán, produjeron un campo magnético y formaron un código único en una cinta de plástico recubierta de hierro y cromo que se movía en círculos. Al reproducir los patrones magnéticos, la radio-casete lanzaba por su único parlante una versión a capela del coro de Ebony & Ivory a dúo con mi hermano mayor. La cinta está perdida pero sé que en lugar de “my piano” decía “marciano”, je. También recuerdo que salió muy bien.

Pasaron los años y, siempre a pocas cuadras del mar, grabé muchas más cosas en esos casetes que le robaba a mi hermano y que, previo tratamiento con scotch, “chancaba” sin misericordia. Grababa, por ejemplo, conversaciones de mis tías, el audio de la televisión, canciones de la radio y versiones de los Hombres G a dúo con mi amigo Joseph, que se encargaba de marcar el ritmo y reproducir con su voz los redobles de la batería y los riffs de guitarra. También, con mi hermano en la guitarra, inmortalicé mis primeras composiciones: La cólera (cuya letra tenía el tierno sinsentido “la cólera parece ser el enemigo del mal”), Los microbios (son más que un enemigo), Las drogas y El lago de la niebla (un auténtico hit duncandhunesco).

No es el fin de este post inaugural de JPL Cintas describir o psicoanalizar las composiciones infantiles que formaron parte de mi primer y único EP (ver foto). Lo que busco decir es simple: que mucho de lo que he vivido y creado está en las decenas de casetes que guardo en una caja en mi depa. Está por ejemplo un concierto de Diablos Azules en El Dragón que compartí con mis mejores amigos en 1999, un viaje en combi, y una buena parte de aquel día que empezó el ciclo de la universidad y nos secamos 53 margaritos. Están las voces de las personas que quise y quiero, entrevistas hechas para El Comercio, irreproducibles ensayos de La Sombra del Pescado y Turbopótamos, raros descubrimientos sonoros, los gemidos de la vecina de arriba, el piano del niño de abajo. También está gran parte de las canciones, o parte de canciones, que he compuesto hasta la fecha. De todo esto se desprende la existencia de JPL Cintas, el blog que, como mi grabadora de mano, inmortalizará música, vivencias y pensamiento; y que, en la práctica, unirá mis blogs en desuso, el musical Ran-King y el cajón de-sastroso Ciudad de Papel.

A apretar Rec+Play más seguido.
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